Y aquí sigo, sin saber como empezar, como escribir eso que diga todo lo que pienso mientras mi madre sirve la sopa, corta la carne, deja la botella de vino sobre la mesa.
Nunca me había costado tanto expresarme, decir lo que pienso sobre algo, sobre algo tan general como es la Navidad. Y esta vez, si no soy capaz, tendré penalización.
Me quedo mirando la pantalla del ordenador, observando como el cursor en forma de i mayúscula parpadea en el mismo lugar. En el mismo lugar desde hace quince minutos.
Tengo las manos frías, y algo dentro de mi se retuerce. Solo quiero volver a la cama.
"No hay que abandonar nunca la literatura". Esa frase rebota dentro de mi cerebro, al menos de la que aún puede procesar algo. Que asco me dan cuando tienen razón.
¿Y si solo me dedicara a describir mis navidades? ¿Funcionaria?
Tecleo un título dentro del cuerpo de la entrada, nada complicado, algo provisional.
"Se escribe Navidad, se lee Infierno."
Pasamos trescientos sesenta y tres días al año esperando estas fechas; saltando de emoción cuando apenas quedan semanas, planeando minuciosamente el menú que vamos a presentar a nuestros invitados -aunque sea la familia con la que convives diariamente-, planchando el mantel que lucirá impecable sobre la gran mesa de madera, adornando con muñecos y figuras de cerámica parte de nuestra casa, colgando en las ventanas luces, adornando un árbol artificial con bolas de vivos colores que dañan la vista. Y por fin llega, Nochebuena.
Tu madre te pone el cuchillo en la garganta y te dice "No me dejes en ridículo y ponte ese vestido/camisa/camiseta tan mono que te compré hace meses. ¿Ese que nunca te pones? Ese". Y esperas sentada en el salón, con ganas de encender una hoguera y quemar el modelito que te has puesto a punta de cuchillo, más incomoda que sentada sobre clavos.
Y empieza a llegar gente. Gente que llevas todo el año sin ver, y te dicen todo aquello que no tendrían que decirte si tuvieran la decencia de llamarte una vez al mes, ¡incluso cada dos meses!, para ir a tomar un café, o a comer, y preguntarte qué es de ti y de tu vida, de tus estudios y tus problemas de faldas o pantalones. Pero no lo hacen, nunca lo hacen, porque nadie tiene tiempo. Siempre es el tiempo.
Y pones la mejor cara posible, y una sonrisa falsa y ladeada, y devuelves los cumplidos a quienes te los dan, y a ese tío que hace una década que no ves, cuando te dice que has engordado de manera poco disimulada, evitas responderle; estoy acumulando mierda para cagarme en tu madre, porque seria una gran falta de respeto hacia su persona.
Y os sentáis a comer ese maravillo manjar que no es otra cosa que sopa de pescado, carne al horno o un montón de marisco hecho una bola y presentado con hierbas y salsas. Pero os sentáis, alabando a la cocinera o cocinero, expresando vuestra gratitud con ruiditos a la vez que masticáis y haciéndole fotos a la comida. Si no se hacen fotos no es una verdadera cena de Nochebuena.
Y salen conversaciones que no te interesan, y miras el móvil. Una, dos, tres, cuatro veces seguidas. Y abres el WA- y sí, mis cenas de Nochebuena están llenas de ys-.
Mandas un mensaje deseando que no este saturada la red, que el resto del planeta tenga vida familiar. El mensaje llega, y poco a poco caen respuestas, quejas de otra gente, deseos, igual que el tuyo, de que esa noche se acabe, que llegue cierto día que esperas sea perfecto. En ese momento me pregunto por qué la gente a la que quiero, que me importa, con la que haría una cena de Nochebuena las trescientas sesenta y cinco noches del año, por la que me pondría el vestido/camiseta/camisa que pica, vive tan lejos. Y tras tantos años haciéndome la misma pregunta, incluso cuando no les tenía a ellos, sigo sin encontrar respuesta.
Y no sé porqué creo que podría decir unas palabras para que creyeran que soy un ser vivo y no una estatua calentando la silla, así que destapo los oídos y les escucho un rato, no mucho, lo suficiente para saber de que hablan. Y no me sorprende nada. Absolutamente nada.
Os reproduciría esas conversaciones pero creo que es más sencillo contaros que, siempre, no falla, sale el tema de que la Navidad es una fiesta cristiana. Y siempre en ese momento decidió intervenir, año tras año, explicándole que cuando la gente responda que celebran la navidad por Jesucristo y no por tradición o por los regalos, yo dejaré de celebrarla.
Os reproduciría esas conversaciones pero creo que es más sencillo contaros que, siempre, no falla, sale el tema de que la Navidad es una fiesta cristiana. Y siempre en ese momento decidió intervenir, año tras año, explicándole que cuando la gente responda que celebran la navidad por Jesucristo y no por tradición o por los regalos, yo dejaré de celebrarla.
En ese momento salta mi hermano a pleno pulmón, "¡SON LAS DOCE, REGALOS!" y yo pierdo otra vez cualquier tipo de interés en lo que pase a mi alrededor. Me retiro a la silla frente al escritorio de mi madre en la parte del salón que hace de despacho, pongo a cargar el móvil y espero pacientemente a que mi hermano se canse de hacer el bobo y deje como siempre, mi regalo, el último.
Y así trascurre la noche, entre conversaciones infantiles, preguntas absurdas, cotilleos que no le interesan a nadie, mi madre gritando, mi hermano con su cantinela infantil, mi padrastro explicándome que al ser atea no debería recibir regalos, mi hermanastra con el móvil y nuestros invitados -madre y sobrino de mi padrastro- con la mirada fija y perdida en TeleCirco.
¿Y yo? Yo sentada, deseando que den las doce y media para que haya acabado la tontería de mi hermano con los regalos, mi padrastro se haya quedado mudo tras mi respuesta mordaz sobre el ateísmo y la Navidad, mi madre de saltitos como una cría con el móvil para hacernos fotos con la sonrisa falsa de "¡Lo que yo quería!", mi hermanastra y nuestros invitados supliquen volver a casa y yo pueda, ¡por fin!, subir las escaleras con la poca energía que me queda, quitarme el modelito en el que me haya tocado envasarme, dejarme caer sobre la cama, ponerme los cascos y cerrar los ojos fingiendo que mañana en la comida no sera exactamente igual.
La voz de mi madre me grita desde las escaleras, estupendo.
Tendréis que disculparme, pero ha llegado mi tío, ¿al que no veo desde hace una década? Ese.
Y estoy deseando cagarme en su madre.
Vale, vale, a ver. Se supone que debería ponerme seria, y es evidente que hay un fondo muy serio y profundo, pero me encanta que tus narraciones, cuanto más profundas son, más cómicas parecen. Siempre añades un elemento que nos saca una sonrisa - en mi caso, ha sido la alusión a tu tío perdido sumado al gran final-. Pero ahora voy a tratar de comentar esto con un poco más de formalidad. Por lo general no me van mucho los textos intimistas, pero siempre los leo con gusto porque ayudan mucho a conocer a la gente. Creo que has tenido que desnudarte completamente para escribir esto, y es digno de valorarse, te felicito por ello. En cuanto a la forma, ha estado muy bien. Normalmente, soy muy crítica con la forma - tú lo sabes - y siempre encuentro cosas que corregirte. Pero este relato está muy bien a todos los niveles, es muy Vanclaise, no se me ocurre otro modo de definirlo. En todo caso, no pierdas la esperanza ante la posibilidad de que el contenido de este relato algún día se convierta en eso, un mero relato.
ResponderEliminarUn frío beso,
Emily
Creo que de lo que más orgullosa me siento es de que te haya sacado esa sonrisa que espero les saque a todos, y que tú, concretamente, no hayas encontrado ningún fallo en cuanto a la forma, sabiendo lo perfeccionista que eres.
EliminarMe ha hecho muchísima ilusión que te gustase tanto, en serio.
Un besito Emily,
Vanclaise.
Voy a tomar una frase que ha dicho Em justo en el comentario de arriba: «es muy Vanclaise». Sí, no puedo estar más de acuerdo con ella; este relato expresa muchísimas cosas y a mí, personalmente, me ha trasmitido mucho. Has escogido un camino delicado para dar tu opinión sobre la Navidad, pero, Lu, lo has bordado :)
ResponderEliminar¡Un beso!
Étincelle
Ai Étincelle, no sabes que bien le hace a mi ego de escritora leer eso.
EliminarEres un amor, y espero que me leas -y leerte- durante muchísimo más tiempo.
Un besito Étincelle,
Vanclaise.
Me ha parecido una gran forma de adentrarme en tu blog, aunque haya sido en un aspecto, como mis precedentes han señalado, sea tan "dentro de ti". El poco consuelo que se puede dar es el manido dicho "La familia no se escoge.", que viene a decir "ajo y agua" pero en fino. Una pena. Ciertamente sí que es cómica la estampa. ¿Se repetirá en Año Nuevo el esperpento? Las palomitas esperan.
ResponderEliminarMis locos saludos.
Muy interesante trabajo, espero seguirlo más.
Prometo hacer un retrato de Año Nuevo para que puedas acabarte el paquete de palomitas querido Loco, aunque te doy un adelanto; es mucho más dinámico y enérgico, pero ni por asomo tan infernal.
EliminarUn besito,
Vanclaise.
Ahora no me pasa tanto, pero cuando era pequeña y venían familiares que no llamaban desde hacía siglos deseaba esconderme en mi habitación. ¿Por qué serán tan inoportunamente preguntones? La verdad es que se te conoce un poco más gracias a este relato y tu forma de narrar siempre me gusta porque aunque es personal escribes cómo si fuera natural y de una forma directa. La verdad es que yo no pienso que sea una fiesta cristiana, de hecho yo no me considero tal y me gusta en cierto modo por la alegría de los niños. Tu relato me ha resultado arrollador (no sé exactamente como expresarlo). Se nota mucho que lo has escrito tú y ya no se que más decir (a la hora de hablar me suelo quedar sin que decir).
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
María
Yo no es que lo desease, es que bajo a saludar y hasta que mi madre no me pega una voz para que vaya a cenar y deje de ser tan maleducada no bajo. Y cuando bajo, con el móvil y el cargador en la mano.
EliminarCreo que, cuando pasa el tiempo, acabamos teniendo afinidad a una de las dos fiestas más que a la otra (Nochebuena/Navidad- Nochevieja/Año Nuevo), por los motivos que sean.
Yo desde luego prefiero Año Nuevo.
Me alegra mucho que te haya gustado y créeme, has dicho más que de sobra María.
Tenía ganas de leerte, lo gracioso es que es cierto, es muy tu, eres así, tan directa, con ese toque serio y al mismo tiempo el recuerdo de un humor mordaz y a veces cruel. Te estoy poniendo genial, ¿eh? jajaja, sin duda alguna me gusta tu sinceridad.
ResponderEliminarTodos hemos tenido alguna vez una navidad mala, comentarios que no queremos escuchar, gente a la que deseamos muerta. Y sí, yo también desearía tener cerca a algunos que están tan lejos. Pero al menos esos mensajes y esa gente está ahí en medio de todo el jaleo, dispuestos a sacarte una sonrisa. Y el teatro solo dura unos pocos días del año.
No todas las navidades son felices ni se viven con ilusión. Así que aguanta, que ya queda poco.
Un besazo enorme, mi "puntos suspensivos"
Supongo que tenias tantas ganas de leerme tú a mi como yo a ti, aunque ya habías pasado por aquí antes -solo para gritarme que programe las entradas, pero algo es algo.-
EliminarMe alegro que te haya gustado y hayas visto parte de mi de manera tan clara. Me asombra que todos coincidáis en lo mismo, y me siento muy halagada por ello, en serio.
Espero que esas Navidades con la familia que escoges y no con la que toca lleguen pronto, aunque dieciocho años aguantando las Navidades refuerzan la santísima paciencia que tengo.
Un besazo mi "habitación secreta".
Estoy flipando. Pero mogollón. Es jodidamente genial. Directo y Real. Hacia "siglos" que no leía nada tan real sobre las Navidades. Sin palabras estoy, Lu.
ResponderEliminarY bueno, ahora, sabiendo que las navidades y tu os iríais menos de botellon que un rotwailer y un gato siamés...solo me queda mandarte ánimos y pedirte que aguantes hasta el 6 de enero, 7 como demasiado en que las fiestas se acabaran y podrás empezar a acumular morralla y mierda hasta las navidades del año que viene para tirársela encima a toda esa familia que tan bien te cae y a la que tan bien le caes. ¡¡Aguanta Lu! :D
P.D: No me mates por el cacacomentario.
¡¡Besotes y abrazotes!! El coco ;D
A todos os ha gustado demasiado para lo que realmente es.
EliminarSolo espero que os hayáis reído un poco con el final y os agenciéis la frase -es que estoy acumulando mierda para cagarme en tu madre- cuando a alguien se le ocurra meterse con vosotras, con vuestro físico concretamente.
Jo Alma, me alegro muchísimo de que te haya gustado tanto.
¡Para la próxima te quiero a ti dentro del proyecto!
Besitos,
tu Oneechan.
Me encanta Katia!! :)
ResponderEliminar¡Ay, Lu!
ResponderEliminarRealmente creo que todas las Navidades para todos es igual. Porque excepcionando raros casos, siempre está tu familia más lejana que apenas te visita (y viceversa). Sin embargo, yo veo la Navidad como algo más religioso y no sólo regalos, algo más espiritual.
Pero me ha encantado leer un relato en un tono tan desenfadado y divertido. ¡Muy ameno!
Sigue escribiendo, un beso,
JJ.
¡Guau Katia! Me impresiona tu sinceridad. Me ha gustado mucho, la forma en que está escrito, con ese deje de humor. Yo me reí de la contestación mental que le das al tío perdido xD Y me encantó el título. Y bueno decirte que espero que algún día puedas estar con la gente que verdaderamente quieres en Navida, vistiéndote como tú quieras y disfrutando de las charlas y la comida.
ResponderEliminar¡Un abrazo enorme!
Angie