Había decidido salir a fumar a la terraza, como todas las noches, pecando de vicio y necesidad antes de irse a dormir. No soplaba el viento y de sus labios salían unas perfectas os de humo blanco que se distorsionaban según subían hacia el firmamento.
En un arrebato decidió intentar superarse y meter una o dentro de otra, hasta que una gran nube blanca le tapo la vista de la ciudad iluminada por la luz de la luna.
Cuando una leve brisa recién levantada se llevo esa pequeña nube artificial lo vio.
Estaba de pie sobre el tejado, observando el mismo infinito que veía ella.
Llevaba un abrigo largo que cubría hasta la mitad de sus muslos, negro como la noche. Realmente todo en él recordaba a la noche, la oscuridad y la profundidad de un mar embravecido.
Ella se quedó allí, observando a esa figura desconocida.
Su torso se giro levemente para permitirle mirar hacia atrás el tiempo necesario para observar a la chica del alma en pena haciendo que su cabello despeinado se moviera para dejar ver dos charcos de plata liquida brillando con el reflejo de la luna. Ella no le conocía, él a ella tampoco, pero siempre escuchó que el tabaco es comida para un alma rota.
Ninguno dijo nada, él volvió a mirar hacía el mar y ella siguió dandole caladas a su cigarro.
Me ha encantado, Lu, es un relato precioso :3 Es como si el tejado se convirtiese en el punto de encuentro de dos almas rotas. Breve, conciso y perfecto. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn frío beso,
Emily
Precioso *-* Es cortito pero perfecto :)
ResponderEliminar