25 de junio de 2019




No sé cómo explicártelo. No sé cómo mirarte a la cara y que de mis labios no se escape que te quiero, que te quería antes de conocerte. Que incluso hoy, que no te conozco, te quiero.

No sé cómo explicarte que no necesito nada de ti, que a mi tampoco me gusta quererte. No sé cómo decirte que aunque se me salga el corazón por la boca cuando te tengo delante y que no duermo la noche anterior a verte, no quiero quererte.

No quiero quererte.
No quiero que se rían por quererte.
Y es que se ríen de mi por quererte.

Así que no. No quiero quererte. No me gusta quererte.
No quiero necesitarte para dormir. Ni para vivir.
No quiero susurrarle a mi almuhada que te quiero porque tú no estás.
No quiero que mi estado de animo dependa de ti, porque entonces no es mío.
No quiero echarte de menos todos los días. Incluso cuando te tengo al lado.

No quiero quererte.
De verdad que no quiero.
Duele que se rían de mi.
Si yo no me rio no es una broma.

Y aún así, aunque no me gusta, aunque no quiero, aunque no te necesito... eres una apuesta segura.
No hay riesgos ni valiables. No va a cambiar, no hay posibilidades. Sé a qué atenerme.

Y como no sé y no quiero,



no te lo contaré.


11 de octubre de 2017



Estoy rota otra vez, tengo las mil grietas abiertas de nuevo.
No sé cómo explicárselo sin que les duela. No sé cómo explicarles que ya no puedo más.

Estoy cansada.

Acostumbrados a oír esas simples dos palabras la gente no se para a escuchar.
¿Qué puede significar?

No quiero moverme.
No quiero hablar.
No quiero comer.
No quiero.
No.

Estoy cansada.

Quiero desaparecer.
Quedarme dormida.
Silenciosa.
Quieta.

Ya no soy nada.

Nunca seré nada,
si todo se termina ahora,
y aquí.