31 de julio de 2015



Vivamos en un mundo donde cuenten más las lagrimas que las sonrisas,
donde la tristeza cuente historias y la felicidad sea el cierre final.


27 de julio de 2015

Osa Mayor







Nunca nadie se había parado a observar como los lunares que abundan en mi piel formaban coordenadas de una noche estrellada, como en mi espalda, entre manchas y agujeros negros, se creaba la Osa mayor, convirtiendo mi espalda en el mapa interestelar de una noche sin nubes.
Y fue que una noche sin nubes, con la luz de la luna entrando por la ventana me susurraste al oído; "tienes una constelación en la espalda". Nunca había conocido a nadie que se parara a mirar detenidamente mi piel hasta encontrar constelaciones.
Todo el mundo se había fijado en esos dos lunares simétricos a ambos lados de la nariz, justo donde la gafa los cubre, que solo se ven cuando me desperezo una mañana en la cama o me froto los ojos cansada de ver a través de unos cristales, pero nunca en formas de masa superior.
Mi cabeza se imagino tus dedos recorriendo una y otra vez la línea que formaban esos pequeños puntos de oscuridad, dibujando como una niña pequeña la constelación con tu lápiz imaginario.

Apoyé la cabeza en la almohada y deje a tus dedos vagar por mi piel, como un cohete por el espacio, buscando nuevas constelaciones que nombrar y dibujar.




13 de julio de 2015

Just a Dream





"Just a Dream", cover Sam Tsui & Christina Grimmie


¿Como pude pensar en convertirte en todo mi mundo?
Me desperté con la venda en los ojos, con el corazón en la mano derecha, con su voz en los oídos, con su última caricia rondando mi piel y su sabor en los labios. Ese fue el despertar de un domingo a media tarde.
Me desperté pensando en un punto geográfico estratégico y en un punto sentimental inaceptable. Pase varios días con la cabeza en ese punto geográfico y el corazón en ese punto sentimental.
Mi cabeza reñía a mi corazón y éste, amedrentado, se refugiaba tras el esternón, entre los pulmones.
Les dejé discutiendo, bien sabía que no habría manera de hacer que dejaran de pelearse. Uno de los dos se rendiría tarde o temprano y el otro remarcaría su victoria haciéndome llamar.
Hasta ese momento me quedé mirando la pared, buscándola entre mis sueños.

Ganó la cabeza y tuve que volver, cansada, y esperando ver a Corazón llorar cristales de sangre.
Me encontré a Cerebro con postura solemne y firme, y a Corazón dando patadas a las cosas y enfadado. En mi ausencia había hecho una estupidez y, lejos de romperse, se había enfadado. Cerebro se mosqueó cuando Corazón le contó que había sucedido pero no se alteró tanto, es un órgano muy frío, no le gustan las emociones.
Ambos volvieron a hacerse a mi y entre la frustración de Cerebro y el enfado de Corazón pasé noches encerrada en mí, al borde del abismo, esperando caer, queriendo retomar ese sueño.


Porque solo fue eso,
el sueño de un sábado noche.