26 de mayo de 2016

¿Verdad?



Pensé en qué momento me enamoré de ti, en que instante comenzaste a ser algo más que una chica que me acogió durante un fin de semana y, ¿sabes qué?, recordé algo de aquel fin de semana, ha pasado casi un año y nunca podré olvidarlo; un momento entre partidos tirados en el césped artificial. 

Te habías quitado la camiseta, estabas echada boca arriba aprovechando que había nubes y el sol no quemaba la piel, y no recuerdo por qué motivo me incliné sobre ti, y, en algún momento, me quedé ahí, en esa escena en pausa. 

Fue la primera vez que te dije que tienes unos ojos preciosos y por algún motivo creo que ahí me enamoré de ti. Y pensé en cuanto podría resistir sin decírtelo, a todas horas, sin cortes ni publicidad; aquí y ahora, ojalá hubiera tardado más, ojalá me hubiera callado, ojalá no hubieras venido a agarrarme para que no me fuera, ojalá no me hubieras pedido que hablásemos.

He llorado mares al toparme con tu ausencia al llegar a casa, anhele encontrarte acurrucada entre las sábanas cada vez que entraba en mi habitación cuando ya ha caído la noche. Deseé, tanto, verte sentada en el sofá con tus apuntes sobre las rodillas, concentrada estudiando, sólo para poder abrazarte por detrás y molestarte. Ya no viviremos juntas, ¿verdad?



Me enamoré tantísimo de ti que olvidé el mundo entero por estar contigo, por cinco minutos más de conversación, por media hora escuchando tu voz, por una hora solas, tú y yo. Y, como siempre, no sirvió de nada; las chicas como tú, la clase de mujer que tú eres, no se enamora de una niña como yo. 



Nadie quiere una niña triste.




No hay comentarios:

Publicar un comentario